Los favores de la Fortuna by Frederic Manning

Los favores de la Fortuna by Frederic Manning

autor:Frederic Manning [Manning, Frederic]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 1929-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Shem fue el protagonista de un episodio que podría haber acabado en un enfrentamiento desagradable de ellos tres con el coronel Bardon. Estaban contentos con el trabajo, con el cabo primero Hamley y con la sección en general; sin embargo, pesaba sobre sus cabezas la duda de cuál sería su papel cuando el batallón se lanzara al ataque. Evidentemente, aún no estaban preparados para encargarse de las transmisiones, salvo de algunas tareas menores, como ayudar a reparar o montar líneas. Ni siquiera Martlow, un alumno aventajado de dedo ágil y oído fino, estaba lo suficientemente capacitado para la tarea. Como faltaban mensajeros, a lo mejor serían de utilidad en su sección.

Se estipuló que el batallón practicara un ataque durante tres días consecutivos, así que volvió a salir el tema. El cabo primero les dijo que cada uno se presentase en su compañía. Shem era bastante responsable en todo lo concerniente a sus obligaciones, pero un vago redomado cuando se trataba de formar o hacer una instrucción que le pareciera inútil. Por lo que no tardó mucho en quejarse.

—Pero es que tenemos que ir…

—¡No tenemos que ir! —protestó Shem—. Me apuesto lo que sea a que nadie de la Compañía A se ha enterado de que nos hemos ido. Lo único que tenemos que hacer es meternos en el desván cada mañana. Son todo ventajas.

—Haz lo que quieras —replicó Bourne meditabundo—, pero yo prefiero unirme a la compañía.

—Nos vamos a meter en un lío… —dijo Martlow, algo preocupado.

—Si va uno, tenemos que ir todos. Y si vamos es para entrar en combate. La mierda de instrucción esta no sirve para nada. Aquí los peces gordos hacen las estrategias más enrevesadas, les dan instrucciones a todos los implicados y se llevan a los oficiales a estudiar una maqueta de la posición que van a atacar. Después nos putean a los demás y nos hacen recorrer kilómetros y kilómetros señalados con cintas que representan las trincheras. Luego, cuando acabamos, se supone que cada soldado sabe exactamente lo que tiene que hacer, pero se va todo a la porra y nos lanzamos al ataque sin tener ni puta idea de qué esperan que hagamos.

El resumen que hizo Shem en pocas palabras de los métodos empleados por el Estado Mayor apeló aún más a la conciencia de Bourne, que propuso ir a visitar a sus amigos de la Compañía A, el sargento primero Robinson y el sargento Tozer, para ver cómo andaban las cosas por allí. Shem se mostró reacio.

—Así vas a estropearlo todo —insistió.

Se negó a ir a la Compañía A con Bourne, que finalmente partió con Martlow.

—Pues a mí me da igual que nos busquemos un lío si trae cuenta —dijo Martlow tras reflexionar un momento.

—No merece la pena —respondió Bourne—. Pero Shem está decidido, así que tendremos que ir todos a una.

Al sargento primero y al sargento de intendencia Deane les sorprendió que Bourne se asomara a la puerta para preguntar si había llegado algún paquete para él.

—¡A ver si te crees que vas a recibir paquetes todos los días! —exclamó el de intendencia—.



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